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Museo Carlista de Madrid

La Infanta Luisa Carlota, la usurpación del Trono y el origen fraudulento del régimen liberal en España. Un valioso documento

Luisa Carlota de las Dos Sicilias (Portici, 24 de octubre de 1804-Madrid, 29 de enero de 1844) fue hija del rey Francisco I de las Dos Sicilias y de la infanta María Isabel de Borbón. Fue, por tanto, cuñada del rey Fernando VII, por ser hermana de su cuarta esposa, la reina María Cristina de Borbón Dos Sicilias, y tía de la futura Isabel II, de la que llegaría también a ser suegra, al contraer ésta en su momento matrimonio con el infante Francisco de Asís de Borbón.


Infanta Luisa Carlota, Carlos Isidro de Borbón, Carlismo

La Infanta Luisa Carlota, cuñada de Fernando VII y parte decisiva en la usurpación de los derechos de Don Carlos al Trono


El 12 de junio de 1819, con tan sólo 14 años, la princesa Luisa Carlota se casó con su tío, el infante Francisco de Paula de Borbón, hermano menor del rey Fernando VII, lo que la hizo ostentar desde entonces el título de infanta de España. El matrimonio tuvo 11 hijos, de los que ocho llegarían a la edad adulta.


Del Infante Francisco de Paula se han destacado sus relaciones con la masonería, de la que según algunos historiadores habría llegado a ser Gran Maestre del Gran Oriente Nacional de España y grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Sea este extremo cierto o no, lo cierto es que el hermano pequeño del rey Fernando coqueteó con los círculos progresistas y liberales, de los que la Infanta Luisa Carlota era abierta partidaria, así como furibunda enemiga de todo lo que representaba su cuñado el Infante Carlos María Isidro.

  

Fuera por iniciativa propia, fruto de su irrefrenable ambición, o inducida por esos mismos centros de poder liberales, la Infanta Luisa Carlota desempeñó un papel decisivo en los conocidos como “Sucesos de La Granja” en 1832, que dieron al traste con el derecho de Don Carlos al Trono y supusieron el triunfo del régimen liberal en España.


En octubre de 1832, en el palacio de La Granja de San Ildefonso e aquejado de una grave enfermedad que hacía temer por su vida, Fernando VII había firmado un decreto que anulaba la Pragmática Sanción que derogaba la ley sálica, dejando así la sucesión de la corona al infante Carlos María Isidro. Advertida de esto -que debería haber permanecido secreto, la infanta Luisa Carlota intervino para evitarlo, trasladándose urgentemente para ello con su marido desde Sevilla a La Granja en sólo cuarenta horas de viaje. Una vez en La Granja, la Infanta Luisa Carlota consiguió que el rey, prácticamente en agonía, revocara el decreto. Poco después, y para mayor seguridad, la camarilla liberal que se había hecho con el poder consiguió que se publicara en la Gaceta de Madrid el Real Decreto que anulaba aquel que derogaba la Pragmática Sanción de 1830.​


Pasado el incidente, el rey se recuperó y dio plenos poderes a su esposa María Cristina, que poco después sería regente del reino. Durante este periodo, la infanta Luisa Carlota gozó de gran ascendiente entre el rey y su hermana la reina.


Cuando a la muerte de Fernando VII su esposa María Cristina se convirtió en reina regente, la amistad entre las dos hermanas se fue deteriorando hasta terminar en total rivalidad después de que María Cristina fuera expulsada de España y Espartero se convirtiera en el nuevo regente, periodo en que Luisa Carlota y Francisco de Paula regresaron a España desde Francia, gozando de las bendiciones del nuevo régimen.

 

Diez años después de los Sucesos de la Granja, la ex regente María Cristina de Borbón escribió desde su exilio francés una carta abierta a su hija Isabel II, publicada en una revista parisina de la Moda, en la que acusaba a su hermana Luisa Carlota de haber forzado la mano del rey moribundo para obtener su firma al decreto de derogación del que derogaba la Pragmática Sanción -¡así fue la historia!-, ante la falta de interés del rey agonizante y la indecisión de su esposa, la propia María Cristina, según su propia confesión:

“Viendo, en fin, que yo no tendría nunca el triste valor que procuraba inspirarme, me trató de alma débil y pusilánime, y, acercándose ella misma al lecho del dolor, se dirigió al moribundo y le presentó el papel que era menester que firmase. Tu padre, entonces, dirigiendo hacia ella una mirada suplicante, en que apenas se percibía la última chispa de vida, le dijo con voz apagada: «Déjame morir». Pero tu tía Carlota, asiéndole la mano y llevando la pluma que ella había colocado, le gritó: «No se trata de morir, sino de firmar». Mira tú, hija mía, a qué precio te ha hecho reina tu tía Carlota”.

Y más adelante:

“Así que tu padre hubo muerto, me instó continuamente para que cerrara la España para siempre a D. Carlos. Persiguió la vida de tu tío con sus odios, así como había atormentado la muerte de tu padre con sus obsesiones”.

Para concluir:

“¡Ojalá que el recuerdo de tu tío D. Carlos a quien ha causado ella todas sus desgracias, esté presente en tu memoria!”.


La carta se publicó por Pi y Margall y Pi y Arsuaga en 1902 en su Historia de España en el siglo XIX (Tomo III. Barcelona. p. 197), constituyendo un documento de altísimo valor histórico, aunque haya sido ignorado por buena parte de la historiografía posterior sobre aquellos trascendentales acontecimientos, que están en el origen del liberalismo en España.

La carta-confesión de María Cristina fue repartida en pasquines en el interior de España por parte de los liberales radicales, partidarios de Espartero, para tratar de demostrar la alianza de los cristinos o liberales moderados con los sectores carlistas, que muchos, con toda lógica, consideraban imposible.


María Cristina Borbón, Isabel II, Carlos María Isidro dede Borbón

Pasquín publicado en 1842 conteniendo la carta-confesión de la ex-regente María Cristina a su hija Isabel II


Uno de estos pasquines, editados en la Imprenta de La Ley y con el título de "Un desengaño más", ha sido adquirido para sus fondos por el Museo Carlista de Madrid, que incorpora así un documento más acreditativo del verdadero golpe de estado que se perpetró al final del reinado de Fernando VII, que no sólo supuso la usurpación de un trono, sino también el origen fraudulento del régimen liberal en España.

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