El primer obispo de Madrid fue antes diputado carlista.
- Museo Carlista de Madrid
- 18 abr
- 9 Min. de lectura
La diócesis episcopal de Madrid fue erigida el 7 de marzo de 1884 por el papa León XIII. Históricamente, el territorio de la nueva diócesis formaba parte de la archidiócesis de Toledo. El 19 de junio de 1885 se realizó el acto de desmembración. El Papa nombró como primer obispo a Narciso Martínez Izquierdo, entonces obispo de Salamanca, que tomó posesión al mes siguiente en la catedral provisional de San Isidro. Este primer obispo madrileño no tuvo apenas tiempo de crear y consolidar las estructuras de la nueva diócesis, pues fue asesinado el Domingo de Ramos de 1886 por un sacerdote perturbado. Lo que es menos conocido es que el primer obispo de la nueva diócesis de Madrid había sido antes diputado carlista.

Narciso Martínez-Vallejo Izquierdo, conocido como Narciso Martínez Izquierdo, nació el 29 de octubre de 1830 en Rueda de la Sierra, provincia de Guadalajara, en una familia de labradores. Hasta los dieciséis años, permaneció en Campillo en casa de sus tíos, uno de ellos sacerdote, que dirigió sus estudios. Después estudió en Molina y en el colegio-seminario de Sigüenza, la Universidad de Madrid y Toledo, donde se licenció en Filosofía y Teología. En 1866 lograba los grados de bachiller y licenciado en Derecho Canónico y el de doctor en Teología.
El día 11 de abril de 1857, con 26 años de edad, fue ordenado sacerdote y permaneció en el Seminario de Sigüenza como profesor de Griego, Religión y Dogmática, hasta que en 1864 ganó unas oposiciones a canónigo magistral de la catedral de Granada, y fue nombrado director del Seminario.
En 1868 se produjo la Revolución de La Gloriosa, que trajo consigo una ola de anticlericalismo y ataques a la Iglesia. Durante los primeros meses del Sexenio Revolucionario el P. Martínez Izquierdo se enfrentó a las nuevas autoridades democráticas para conservar los fondos del Seminario y para salvaguardar al obispo.
Las Cortes Constituyentes de 1869 proclamaron la libertad de cultos. Como a tantos católicos hasta entonces despreocupados de la vida política, las transformaciones sociales del Sexenio Revolucionario les motivaron para salir en defensa de la Iglesia Católica, que veían amenazada, y para hacerlo desde las filas del carlismo, que resurgió con fuerza y mostraba una oposición más radical. Los llamados neocatólicos, antiguos isabelinos, se integraron definitivamente en el partido carlista, que adquirió el nombre de Comunión Católico-Monárquica.
Por primera vez los carlistas concurrieron oficialmente a unas elecciones, y en las constituyentes de 1869 obtuvieron una veintena de escaños.
En octubre de 1869 Don Carlos entregó la dirección político-militar del carlismo a Ramón Cabrera, quien dimitió en marzo de 1870. Don Carlos decidió entonces asumir personalmente la jefatura del carlismo tras la conferencia que tuvo lugar el 18 de abril de 1870 en Vevey (Suiza) en la que se creó una junta central de la Comunión Católico-Monárquica, presidida por el marqués de Villadarias.
El 8 de marzo de 1871 se convocaron elecciones generales bajo sufragio universal masculino. Fueron las primeras elecciones celebradas durante el breve reinado de Amadeo I, una vez se había aprobado la Constitución de 1869. El nombramiento de Amadeo de Saboya en 1871 como rey de España había disgustado enormemente a los católicos, que lo denominaron «el hijo del carcelero del Papa» y lo consideraban procedente de una dinastía usurpadora y afiliada a la masonería.
El P. Martínez Izquierdo se presentó como candidato de la Comunión Católico-Monárquica por su circunscripción natal del Señorío de Molina. Lo hacía con el aval del partido carlista, que tras el fracaso insurreccional de 1869 había optado por la vía política. En realidad, solo en apariencia, porque paralelamente preparaba una nueva insurrección armada.
La reorganización llevada a cabo por el carlismo dio como resultado que consiguiera 51 diputados en el Congreso del total de 391 diputados, además de los 11 de Puerto Rico y 18 de Cuba.
Aprovechando el amplio apoyo al Carlismo en el Señorío y su popularidad entre sus paisanos, el P. Martínez Izquierdo obtuvo escaño con el respaldo de 4.366 molineses y desde el 5 de mayo se sentó en el Congreso de los Diputados.

La legislatura se Inició el 3 de abril de 1871. Fiel a su pensamiento tradicionalista y a la cerrada defensa de los derechos de la Iglesia, el P. Martínez Izquierdo mostró, sin embargo, una cara del carlismo más amable y menos intransigente que uno de sus más conocidos portavoces parlamentarios, el también canónigo Vicente Manterola, que como diputado por San Sebastián había representado al carlismo más duro y montaraz en la anterior legislatura. Así, en el debate celebrado en octubre de 1871 sobre la ilegalización de la Primera Internacional pudo exponer sus avanzadas ideas sobre la cuestión social.
Dos clásicos de la bibliografía carlista, “La bandera carlista en 1871”[1] y “La España católica y monárquica: discursos pronunciados por los senadores y diputados carlistas en la legislatura de 1871”[2] dan cuenta de la personalidad de los componentes del grupo católico-monárquico en aquellas Cortes y de las intervenciones de sus miembros en los debates parlamentarios, con las que trataron de obstruir cuanto pudieron los desarrollos legislativos de la mayoría progresista.

Sin embargo, poco pudieron legislar aquellas sesiones, pues la inestabilidad política hizo que la legislatura llegara solo hasta el 6 de enero de 1872. Su duración efectiva fue incluso aún menor, puesto que estuvo suspendida entre el 25 de julio y el 2 de octubre de 1871 y después desde el 17 de noviembre hasta su suspensión definitiva y posterior convocatoria de nuevas elecciones por Práxedes Mateo Sagasta, en abril de 1872.
El P. Martínez Izquierdo cesó consiguientemente en sus funciones el 24 de enero de 1872 con motivo de la disolución de las Cámaras. En la siguiente convocatoria electoral, el candidato carlista por la demarcación fue Ángel Herráiz Bedoya, elegido diputado a Cortes por Brihuega, pero que no se incorporó a su escaño porque el carlismo abandonó la vía política el día 14 de abril de ese año, dando comienzo a la Tercera Guerra Carlista.
El buen nombre alcanzado por el P. Martínez Izquierdo hizo que el papa Pío IX le nombrara obispo de Salamanca en el consistorio del 2 de enero de 1874, aunque no pudo ser consagrado hasta enero de 1875, dada la situación política, y no tomara posesión de su diócesis hasta el 7 de marzo. El presidente de la República, Emilio Castelar, dio su visto bueno personal a que Narciso Martínez Izquierdo ocupase la sede episcopal salmantina, pues había coincidido con él en las Cortes de 1871 y, a pesar de sus profundas diferencias ideológicas, había quedado impresionado por su elocuencia y capacidad intelectual.
Su investidura como obispo y la Restauración de la monarquía tras el golpe de Estado del general Martínez Campos, que devolvía a la Iglesia su tradicional influencia y poder, no apartaron a Martínez Izquierdo de la actividad política e institucional.
El 2 de febrero de 1876, apenas tres semanas antes del final de la Guerra Carlista, se celebró en el salón de la Diputación de Guadalajara la elección de los senadores de la provincia alcarreña para el nuevo período de sesiones. Martínez Izquierdo, que lógicamente no se presentaba entonces como carlista, obtuvo 322 votos de los 389 electores, resultando elegido. El 2 de marzo de 1876 hizo su juramento y se incorporó a su escaño de senador.
Iniciadas las sesiones para elaborar una nueva Constitución, en junio de 1876 comenzó en el Senado la discusión del artículo 11 sobre la tolerancia religiosa. El Gobierno de Cánovas del Castillo eligió como representantes de la jerarquía eclesiástica para el Senado a los obispos de Orihuela, de Ávila, y al de Salamanca, D. Narciso Martínez Izquierdo. Los dos primeros defendieron la tolerancia, mientras que Martínez Izquierdo se opuso. El 14 de junio así lo expuso durante cuatro horas, en medio de un gran silencio y expectación. “Señores senadores, que mi propósito esta tarde es hablaros como obispo, si bien usando de la investidura de Senador; que no me avengo a esa idea de que aquí tomamos parte en estos debates en concepto de meros ciudadanos; que no me avengo a que esta cuestión pase como una cuestión puramente política”.
El 6 de abril de 1877 fue de nuevo elegido senador, pero en este caso no lo fue por su provincia natal, sino que acudió a la Cámara Alta en representación del Arzobispado de Valladolid. Posteriormente fue reelegido para el mismo escaño en las legislaturas de 1879-1880 y de 1881-1882.
Su acción parlamentaria en el Senado de la Restauración siguió estando, en todo momento, dedicada a defender los derechos de la Iglesia y el ejercicio por los eclesiásticos de una censura moral sobre la legislación de la monarquía liberal. Así, por ejemplo, defendió la obligatoriedad de la enseñanza católica y la prohibición del matrimonio civil, abandonando su escaño en 1882 después de que éste fuese autorizado por el liberal Práxedes Mateo Sagasta.
El 7 de marzo de 1884 el papa León XIII erigió la diócesis de Madrid, como dijimos, y en junio de 1885 se desmembró formalmente de la de Toledo. Poco antes, el 26 de abril, el obispo Martínez Izquierdo se despedía de sus diocesanos salmantinos, al haber sido elegido como primer obispo de la nueva diócesis, de la que tomó posesión en septiembre de ese mismo año. Tenía 54 años.
Nada más ser nombrado obispo de Madrid, inició una campaña contra la corrupción económica en el clero, que cobraba entonces por misa dicha, lo que no le hizo muy popular entre algunos curas. Su labor se centró además en crear el Cabildo catedralicio, abrir su palacio para seminario —el primero de Madrid—, preparar la reforma parroquial, y socorrer personalmente a los enfermos de la terrible epidemia de cólera que azotaba Madrid. Ni siquiera la Familia Real se libró del contagio, pues el 25 de noviembre de 1885 moría el rey Alfonso XII. Como obispo de Madrid, le correspondió a D. Narciso Martínez Izquierdo celebrar su misa de funeral corpore insepulto en la basílica del Real Sitio de El Escorial.
El 18 de abril de 1886, cuando llevaba menos de un año al frente de la diócesis madrileña, descendía de su carruaje y empezaba a subir las escaleras de la catedral de San Isidro para celebrar su primer Domingo de Ramos como obispo de Madrid. Un sacerdote, abriéndose paso entre los fieles y haciendo ademán de ir besarle el anillo, le disparó tres tiros de revólver a bocajarro. Mientras caía herido de muerte el prelado sólo acertó a decir a su asesino “¡Dios te perdone!”.
A causa de su extrema gravedad, se le trasladó a una estancia que se habilitó junto al atrio de la catedral madrileña, y falleció al día siguiente, treinta horas después del atentado. En sus últimas horas fue atendido por el doctor Juan Creus Manso, otro guadalajareño de antigua militancia carlista, que en el momento del atentado estaba casualmente en el interior del templo catedralicio.

El autor del magnicidio fue el cura malagueño Cayetano Galeote Cotilla, un sacerdote irascible y violento que se sentía perjudicado por las reformas emprendidas por el obispo, que fue detenido y juzgado.
En el juicio no se debatió en absoluto sobre la culpabilidad del autor del crimen, pues medio Madrid le había visto disparar al obispo y, además, él mismo se apresuró a confesarlo. Lo que se discutió fue su responsabilidad, o sea, si en el momento de los hechos era dueño de sus actos o estaba enajenado y era, por lo tanto, irresponsable. Benito Pérez Galdós asistió al juicio como periodista y dejó escrita la crónica del mismo con sus observaciones sobre el extravagante comportamiento del encausado durante su desarrollo.
El cura Galeote fue condenado a muerte el 9 de octubre de 1886. Sin embargo, su rara conducta en la cárcel llevó al tribunal ordenar un nuevo reconocimiento a una comisión formada por seis médicos, que dictaminó delirio persecutorio. Este informe fue ratificado por la Real Academia de Medicina el 3 de diciembre de 1887. El reo fue encerrado en el manicomio de Leganés donde murió en 1922.
Recientemente un libro ha trazado la truculenta biografía de este pobre sacerdote, que tuvo la triste desgracia de pasar a la historia como asesino del primer obispo de la diócesis de Madrid-Alcalá.[3]
Los restos del antiguo diputado carlista y primer obispo de Madrid-Alcalá, Don Narciso Martínez Izquierdo, yacen en la basílica madrileña de San Isidro, donde fue asesinado. En Madrid y en Molina se puso su nombre a sendas calles y en su pueblo natal de Rueda de la Sierra se inauguró un monolito de piedra en su honor frente a la iglesia de la población.
En Rueda de la Sierra, donde se mantiene la casa natal del prelado, aún se conservan una de las zapatillas que llevaba D. Narciso puestas al momento de su muerte y, en una cajita muy pequeña, la bala que acabó con su vida.

[1]“La bandera carlista en 1871”, por el Vizconde de la Esperanza. Imprenta de El Pensamiento Español. Madrid, 1871.
[2] La España católica y monárquica. Discursos pronunciados por los senadores y diputados carlistas en la legislatura de 1871, tomados de los diarios de sesiones del Senado y del Congreso. 2 tomos en 1 volumen. de V.V. A.A. Antonio Pérez Durrull, Madrid. 1871.
[3]“El cura Galeote: la verdadera historia del cura de Vélez-Málaga que mató al obispo de Madrid”, de Francisco Montoro Fernández, Libros de la Axarquía, 2015.
Comments