Ciento noventa años de Carlismo, el movimiento político más antiguo de Europa, han dado como resultado un patrimonio considerable -histórico, militar, artístico, etnográfico etc-, que es ya parte inseparable de nuestra historia patria y acervo cultural de los dos últimos siglos. Ello se ha traducido en la existencia de museos monográficos y la realización ocasional de exposiciones temáticas dedicados al Carlismo, cuyo repaso constituye el foco de este pequeño escrito.
Bandera carlista que se conservaba en el Círculo Carlista de Villava
Entre los museos, deben señalarse el Museo del Carlismo de Estella, perteneciente a la Diputación Foral de Navarra; el Museo Zumalacárregui, cuya sede radica en la casa natal del legendario general carlista; y el Museo Carlista de Madrid localizado en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial, el último en el tiempo, pero quizás ya el primero por la magnitud de su colección, a juicio de muchos de sus visitantes.
El Museo de Tabar (Navarra), actualmente cerrado, fue durante los años que estuvo abierto otro punto de referencia para los interesados en el Carlismo, si bien desde el punto de vista estrictamente museístico tenía evidentes limitaciones.
Cabe mencionar también, si acaso, el Museo del Carlismo de Cantavieja, la población turolense tan contumazmente unida al carlismo, aunque más bien habría que calificarlo de “museo del anticarlismo”, por el sesgo ideológico que, paradójicamente por la significación del pueblo que lo alberga, lo inspira.
Este asunto de los lineamientos ideológicos de los museos no es un tema nuevo, aunque el actual ministro de Cultura, el Sr. Urtasun, lo haya puesto de actualidad. Pocos o ningún caso se libra, por lo que debemos considerar que el que los museos tengan “una línea editorial” resulta inevitable, para bien o para mal. El Museo del Carlismo de Navarra, el de mayor peso institucional, no ha sido ajeno al impacto del cambio de manos de la Diputación foral, desde UPN -cuando se fundó- hasta socialistas y nacionalistas euskaldunes que la regentan en la actualidad. Tampoco se oculta el marcado carácter abertzale del Museo Zumalacárregui, empeñado en presentar el Carlismo como la insurrección de los vascos, como si fuera cosa privativa. Y tampoco se sustrae a una “línea editorial propia” el Museo del Carlismo de Madrid, que a sí mismo se presenta como un museo carlista, que no es exactamente lo mismo que un museo sobre el carlismo.
Pero, en fin, orientación ideológica al margen, los museos deben ser valorados, sobre todo, y en primer lugar, por la importancia de sus fondos o colecciones, y también por la riqueza de su despliegue museístico, incluido el edificio o emplazamiento en el que radican. Y ello establece una inevitable jerarquía objetiva, más allá de preferencias sentimentales. Es en este sentido en el que debe valorarse el Museo del Carlismo de Estella, albergado en un magnífico palacio renacentista, bellamente restaurado. Goza de unas instalaciones excelentes desde el punto de vista técnico -vitrinas, expositores, sistemas de iluminación, panelística etc- y su colección exhibe piezas históricas sin parangón, como son la bandera Generalísima del Ejército Real, bordada por la Princesa de Beira; el uniforme que vistió Carlos VII en la batalla de Lácar; el de zuavo pontificio del entonces Infante Don Alfonso (luego rey Alfonso Carlos I), una bandera del ejército del Maestrazgo de Cabrera; óleos de Cusachs, Enrique Estevan, Salaverría y Maeztu, o la espada con que fue obsequiado Don Jaime.
Fachada del Museo del Carlismo, en Estella (Navarra). Foto: navarra.es
Colección permanente del Museo del Carlismo de Estella. Foto: navarra.es
El reproche más habitual es que siendo impresionantes las piezas expuestas, el conjunto de las mismas resulta numéricamente escaso, no solo en relación a la variedad temática relacionada con el carlismo, sino incluso a los fondos de los que el propio museo dispone -la mayoría, por cierto, en depósito- y de los que suele hacer uso en las exposiciones temporales que organiza.
Bandera Generalísima del Ejército Carlista, bordada por la Princesa de Beira y expuesta actualmente en el Museo del Carlismo en Estella
En todo caso, son bastantes también las personas que lamentan un tramo final incorporado recientemente al museo, en el que se habla de los que se denomina campos de concentración franquistas o se da pábulo a un carlismo de carácter socialista, autogestionario y federalista, que entra en abierta contradicción con el recorrido previo.
El Museo Zumalacárregui, por su parte, perteneciente en este caso a la Diputación guipuzcoana, resulta un museo con un indudable encanto, derivado de radicarse en la que fue casa natal del famoso caudillo carlista. Sólo por eso, ya merecería la pena visitarse, pero es que además su colección está formada, en su mayor parte, por objetos personales o relacionados con la vida del mítico “tío Tomás”, lo que le da un atractivo e interés especial.
Casa natal de Zumalacárregui en Ormaiztegui, sede del Museo Zumalacárregui
Vitrina del Museo Zumalacárregui mostrando algunas pertenencias del legendario general
Es verdad que la boina del general -engalanada, enorme, bordada- o su catalejo, se exhiben en el Museo del Ejército en Toledo, pero, aun así, son muchos los objetos de culto zumalacarreguiano que el museo guipuzcoano nos permite contemplar. Un museo pequeño, pero sin duda lleno de sabor y curiosidad.
Del Museo Carlista de Madrid no podemos decir nada que no resultara sospechoso de sesgo, en función de quien esto escribe. Pero si puede subrayarse que en sus cinco años de existencia, ha pasado a encaramarse como museo de referencia en el campo de la historiografía carlista, por la amplitud de su colección -en este caso, quizás en el extremo contrario al de Estella-, por el amplio espectro temático que abarca dentro de la historia del carlismo -con una sección dedicada, por ejemplo, a los santos y beatos carlistas- y también por su emplazamiento, que sin llegar a lo palaciego, tiene el atractivo de una vieja casona cántabra de indudable belleza.
Casona de estilo montañés que alberga al Museo Carlista de Madrid
Aspecto de la Sala de los Reyes del Museo Carlista de Madrid
Visión parcial de la sala dedicada a la Primera Guerra en el Museo Carlista de Madrid
El Museo de Tabar, alojado en una de las casas del pueblo, contiene, sin demasiado orden y en un espacio reducido, algunas de las piezas pertenecientes a la destacada colección de bienes culturales históricos y artísticos del marquesado de Jaureguizar, con su representante D. Iñigo Pérez de Rada al frente. Junto a un valioso conjunto de objetos carlistas de todo tipo, todos ellos originales, la colección contiene otros de carácter religioso o relacionados con la estirpe familiar. El museo tuvo que ser cerrado hace algunos años al jubilarse la persona encargada de las llaves. La Fundación Jaureguizar, propietaria del mismo, tiene intención de encontrar quien pueda sustituirla para reabrir el museo, pero la tarea no es fácil en una localidad de apenas 6o habitantes empadronados. De momento y en cualquier caso, valiosas piezas de la colección propiedad de Don Iñigo Pérez de Rada, especialmente cuadros al óleo, pueden admirarse tanto en el Museo del Carlismo como en el Museo Gustavo de Maeztu, también en Estella, a los que han sido cedidas temporalmente.
Postal del Museo de Tabar
Del Museo de Cantavieja, ya hemos dicho suficiente. Es la gran ocasión perdida, porque Cantavieja merecía otra cosa que presentar unos cuantos paneles de frailes barrigudos y carlistas fusilando mujeres y niños. Su colección es pobre, prácticamente carente de piezas originales; pero, peor que eso, ha perdido la oportunidad de al menos haber sido “pobre pero honrado”. Esperemos que alguna vez sus responsables institucionales, empezando por el Ayuntamiento de Cantavieja, reorienten el museo en cantidad de los objetos expuestos y, sobre todo, en calidad de su relato histórico.
Paneles en el Museo del Carlismo situado en Cantavieja
También en el castillo de Morella, la otra capital del Maestrazgo carlista y cuartel general de Cabrera, existe un pequeño museo carlista, o mejor dicho, un rincón de uno de los edificios del castillo, con un puñado de piezas originales locales, entre las que destaca el óleo de Francisco Cruella sobre el infructuoso asedio del general Oráa a la población, cuya defensa le valió precisamente al héroe carlista tortosino el título de Conde de Morella.
Edificio del castillo de Morella que alberga los recuerdos carlistas
Recuerdos de las Guerras Carlistas mostrados en el castillo de Morella. Al fondo, el óleo de Francisco Cruella sobre el sitio de la población por parte de las tropas cristinas del general Oráa
Finalmente, quizás también pueda mencionarse en este capítulo la Casa Tristany, una masía fortificada situada en el municipio de Pinós en la comarca catalana del Solsonés, que fue la casa solariega que vio nacer a los legendarios jefes carlistas Benito Tristany y Rafael Tristany. Junto a este punto de interés, no propiamente museístico, el Ayuntamiento de Pinós, con la colaboración del Museu d’Història de Catalunya, aprobó la creación de un Museu Catala del Carlisme en el Santuario de Pinós, cuyo proyecto ha sido licitado recientemente, y que operará como centro de interpretación de la historia comarcal. Ignoramos la situación en que se encuentra el proyecto.
Casa Tristany, en Ardevol, término municipal de Pinós. Foto: commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16294711
Estos son los museos sobre el carlismo que hoy hacen honor a ese patrimonio histórico y cultural al que nos referíamos al principio. Otras entidades, sin la pretensión de llegar a ser museos, contienen colecciones apreciables de recuerdos históricos del carlismo. Nos referimos especialmente al Círculo San Miguel, de la localidad valenciana de Llíria, que recientemente hemos visitado, y que contiene una nutrida colección de recuerdos, especialmente relacionados con el carlismo valenciano y de la localidad. Visita más que recomendable, porque además se trata del último Círculo Carlista en ejercicio de los que, hace ya más de cien años, impulsara el marqués de Cerralbo cuando estuvo al frente de la gran comunión católico-monárquica.
Exterior del Círculo San Miguel de Llíria
La sala de actos del Círculo acumula gran cantidad de recuerdos carlistas
Y si mencionamos a don Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, justo es mencionar su museo en Madrid, el Museo Cerralbo, puesto que entre su colección posee un destacado conjunto de recuerdos carlistas que pertenecieron al propio marqués. No es que recomendemos su visita, es que lo hacemos convencidos de que se trata de uno de los museos de mayor encanto de todos los existentes en la capital, y no desde luego solo por su vinculación con el carlismo.
Despacho del marqués de Cerralbo en el museo que lleva su nombre
Busto del rey Carlos VII, en la galería donde se acumulan la mayor parte de los recuerdos carlistas que pertenecieron al marqués de Cerralbo
También deberíamos mencionar el pequeño museo del tercio de Montserrat en Villalba de los Arcos (Tarragona), aunque en ello no podamos evitar una cierta sensación de tristeza. Por el abandono, por los ataques perpetrados, por el deliberado objetivo de borrarlo del mapa con la excusa de una incomprensiblemente llamada “memoria democrática”.
Cruz erigida por los antiguos combatientes del Tercio de Montserrat en la posición de Quatre Camins, cerca de Villalba de los Arcos, y destrozada por los nuevos talibanes de la llamada Memoria Democrática
Y poco más en el terreno de los museos y colecciones permanentes, salvo la mención que merecen también los varios museos civiles, entre los que destaca el Museo de San Telmo, en San Sebastián.
Vitrina de objetos carlistas en el Museo de San Telmo, de San Sebastián
Igualmente deben ser mencionados el Museo de Arte e Historia de Durango (Vizcaya), y los diversos museos militares existentes en España, del que el Museo del Ejército de Toledo es el de mayor rango y el que conserva una mayor cantidad y calidad de recuerdos históricos relacionados con el Carlismo, aunque tampoco deban olvidarse los de Valencia, Castellón, Barcelona, Sevilla… u otras instituciones castrenses como la Academia de Caballería de Valladolid o el Instituto de Historia y Cultura Militar, en Madrid. Todos ellos contienen retazos de la historia carlista que no pueden de ninguna manera ser desdeñados. Aunque el Museo del Ejército actualmente emplazado en Toledo no nos permita olvidar -con nostalgia y un punto de indignación- el admirable viejo Museo del Ejército del Palacio del Buen Retiro, antes de su ruinoso y desaprensivo traslado a la capital castellano-manchega.[i]
Boina de Zumalacárregui conservada en el Museo del Ejército de Toledo
Pero no es posible hablar de museos carlistas sin volver la vista atrás para recordar al ya desaparecido Museo de Recuerdos Históricos de Pamplona. Su inauguración tuvo lugar el 10 de julio de 1940, merced a la iniciativa de los hermanos Ignacio y Dolores Baleztena. La propia Lola Baleztena cuenta cómo surgió la idea:
“Habiendo llegado a Pamplona las banderas de los batallones carlistas que el rey Carlos VII guardaba en su palacio de Loredan en Venecia, a la vista de tan gloriosos trofeos, mi hermano Ignacio tomó la resolución de formar un museo al cual llamar de “Recuerdos históricos”. Y empezamos una campaña de recolección de objetos por tierras de lealtad donde podrían conservarse cosas interesantes”.[ii]
El museo estaba instalado en cuatro plantas del edificio del antiguo colegio seminario de San Juan Bautista fundado en 1734 y de él nos ha quedado memoria imperecedera gracias al pequeño librito escrito por Dolores Baleztena y publicado en 1955 en su colección de Temas Españoles, con el número 27, por la editorial Publicaciones Españolas. Esta supervivencia por vía tipográfica del venerado e inolvidable museo se ha visto en estos últimos años complementada por la página web dedicada a su fundador, “Premín de Iruña” (Ignacio Baleztena), que con piedad filial administra su hijo Javier Baleztena Abarrategui, y que permite una muy lograda visita virtual a lo que fue el museo, a base de las fotografías que se conservan del mismo y que hemos coloreado para este artículo.[iii]
Edificio del antiguo seminario de San Juan Bautista, emplazamiento del Museo de Recuerdos Históricos. Foto: memoriasdelviejopamplona.com (coloreada por el autor de este trabajo)
Sala de banderas
Sala de Irache
Sala con la bandera del cura Santa Cruz en primer plano
Sala de la Generalísima
Sala de Zumalacárregui
Biblioteca
Javier Baleztena añade sus recuerdos de cómo él vivió en su juventud la creación y funcionamiento del museo:
“Mi padre fue el director y su hermana Dolores, tía Lola, “su secretaria”, como le gustaba llamarse, y todos los demás de comparsas, que trasladábamos objetos, clavábamos clavos, chinchetas, poníamos vitrinas, maniquíes… etc. Recorríamos todas las casas en las que se suponía había algún recuerdo, tanto en Pamplona como en los pueblos de Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava, etc. y se llevaban, donde los propietarios lo cedían en depósito a Ignacio Baleztena para el Museo.
Había un problema importante, el económico. Pidió una ayuda a la Diputación, que se la concedió; por cierto, bastante por no decir muy pequeña, pero algo es algo, y quiso que saliera adelante como por una especie de suscripción popular, así que creó los amigos del Museo, socios que pagaban cuotas que iban desde una peseta, las más, hasta 25 pts., las menos, pasando por un duro, dos duros, tres… incluso dos reales o uno, eso sí, de agujero”.
Se ve que las cosas no han cambiado demasiado desde entonces, a juzgar por la experiencia propia.
El Museo de Recuerdos Históricos, cuya creación había supuesto tanto entusiasmo y esfuerzo, y cuya colección albergaba verdaderos tesoros históricos, tuvo un amargo final, obligado por el cambio de destino del edificio que lo acogía, y la cesión de muchas de sus piezas para una exposición organizada por el Círculo Carlista de Sangüesa, a resultado de la cual muchas desaparecieron o fueron a parar a distintas manos.
Un final trágico que pesa en el ánimo de muchos carlistas hasta nuestros días, incluido en el del que esto escribe, cuyo desvelo se dirige a que no tenga en el futuro un destino análogo la colección que hoy guarda el Museo Carlista de Madrid.
Al margen de los museos, debemos referirnos también a las muestras temporales, en el marco de exposiciones museísticas permanentes, o como exposiciones extemporáneas que sobre el carlismo se han llevado a cabo en distintas épocas y momentos.
La más antigua de la que tenemos noticia es la que tuvo lugar en los salones del Círculo Central Tradicionalista de Barcelona en 1927 para celebrar las Bodas de Oro del diario carlista El Correo Catalán, del que fue segundo director y propietario el insigne Luis María Llauder. La muestra tuvo por curioso título el de “Exposición Arqueológico-Bibliográfica del Tradicionalismo Español”. La selección y clasificación de los objetos expuestos fue llevada a cabo por Juan María Romá, otro de los nombres del carlismo catalán del primer tercio del siglo XX, junto a los de Llauder y el de Francisco de Paula Oller, que deberían escribirse en letras de oro.
Juan María Roma y Comamala (San Hipólito de Voltregá, 1870 - Barcelona, 1946)
La exposición reunió una gran cantidad de grabados, manuscritos, impresos, libros, periódicos, cuadros, tallas, condecoraciones y otros objetos cedidos para la ocasión por un nutrido grupo de personas del tradicionalismo catalán, cuyos nombres se mencionaban junto a cada objeto. Entre ellos, figuraba el de doña Blanca de Borbón, hija mayor de Carlos VII, que aportó para la ocasión un medallón de su madre doña Margarita y un monedero propiedad de la propia infanta, con la dedicatoria del Batallón de Guías a su augusta Cantinera.
Diversos aspectos de la magna exposición organizada por el Círculo Central Tradicionalista de Barcelona en 1927
Entre los óleos que podían admirarse en la exposición, destacaban los retratos de doña Margarita, don Jaime, Tristany, Castells, Lozano, Francesch y otros héroes militares del carlismo catalán.
El retrato al óleo de la reina Doña Margarita se distingue entre la impresionante colección de banderas carlistas históricas
El reportaje sobre la exposición, publicado en La Hormiga de Oro acompañado de fotografías, mencionaba la preparación por parte del propio Juan María Romá de un catálogo ilustrado sobre la muestra, que no parece que llegara a publicarse o del que, al menos nosotros no tenemos noticias.
En nuestros días, son las exposiciones organizadas por los museos, monográficos o generalistas, las que ocupan el lugar más importante. Entre ellas hay que destacar como las principales las que con carácter regular organiza cada año el Museo del Carlismo de Estella, a las que acompaña habitualmente la edición de excelentes catálogos. De las ya muchas celebradas, han resultado especialmente brillantes las que llevaron por título:
“Una historia por descubrir” (2010)
“Reyes sin trono” (2012)
“A través de la cámara oscura” (2017)
“¿Agonía o trasformación?” (2020)
“Las voces de la Causa” (2021)
“Luz en la penumbra” (2022)
“¡Cuántos son mis soldados!” (2023)
Sin desmerecer a ninguna de las demás organizadas y no incluidas en esta lista, pues todas ellas han sido alardes de calidad técnica, rigor y profesionalidad y han permitido contemplar fondos originales, procedentes muchas veces de manos privadas y por tanto inéditos o poco conocidos.
Cartel de la exposición temporal sobre la Sanidad en las Guerras Carlistas, una de las más exitosas organizadas por el Museo del Carlismo de Estella
Una de las salas dedicadas de la exposición “Luz en la penumbra”. Al fondo puede distinguirse el cuadro “La muerte del corneta carlista”, de Carmen Gorbe, uno de las piezas destacadas de la muestra
Son también destacables las exposiciones que, de manera más ocasional, organiza el Museo Zumalacárregui, de la Diputación Foral de Guipúzcoa. Amplío eco y especial relieve tuvo la que llevó por nombre “A mis amigos de la frontera”, coproducida en 2006 con el Ayuntamiento de Bayona (Francia) y de la que se editó un magnífico catálogo trilingüe, acompañado de un CD con interesantes manuscritos inéditos y fondos bibliográficos del propio Museo Zumalacárregui y del Musée Basque.
Catálogo de la exposición temporal “A mis amigos de la frontera”, en el Museo Zumalacárregui
De las exposiciones que hemos llamado extemporáneas de época reciente, hay que recordar, por su carácter en cierto sentido pionero, la que la Fundación Jaureguizar hizo posible, en la mitad de la primera planta del Museo de la Ciudad de Madrid, en diciembre de 2002. Bajo el título" El Carlismo y la guerra 1833-1939", la muestra estuvo compuesta por un amplio conjunto de documentos y objetos históricos de todo tipo -banderas, uniformes, armas, cuadros, carteles, libros insignias etc- acumulados pacientemente por los marqueses de Jaureguizar, y cedidos para la ocasión por la Fundación por ellos creada. En recuerdo de la misma se editó un catálogo, que es hoy codiciado por bibliófilos y coleccionistas.
Catálogo de la exposición de la Fundación Jaureguizar realizada en Madrid en 2002
Conjunto de personalidades del Carlismo que asistieron a la inauguración de la exposición de la Fundación Jaureguizar.
El éxito alcanzado por la exposición de la Fundación Jaureguizar inspiró al profesor Bullón de Mendoza a promover, también en colaboración con el Museo de la Ciudad de Madrid, una magna exposición sobre "Las Guerras Carlistas", contando para ello esta vez con todos los apoyos institucionales, económicos y logísticos necesarios. La exposición, celebrada entre el 6 de mayo y el 13 de junio de 2004, ha sido sin duda la más importante de las llevadas a cabo, incluso hasta nuestros días.
Fotografía de cabecera y portada del catálogo de la exposición sobre las Guerras Carlistas, desarrollada en el Museo de la Ciudad de Madrid en 2004
Organizada por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes, con la colaboración de los ministerios de Cultura y de Defensa, y bajo la experta dirección del profesor Bullón de Mendoza como comisario, la exposición de 2004 constituyó una ocasión incomparable para contemplar el vasto panorama del patrimonio histórico y cultural del carlismo en todas sus facetas, desde la militar hasta su influencia en áreas tales como el cine, la literatura, la filatelia, la numismática, la música, la fotografía etc etc. El soberbio catalogo que se editó por parte de la Secretaría General Técnica da cuenta de la variedad y amplitud de piezas con las que contó la exposición, que reunió no solo los principales fondos públicos, sino también los procedentes de los más destacados coleccionistas privados del momento.
Maletín usado por el rey Carlos V de Borbón durante la Expedición Real, propiedad de un prestigioso coleccionista y una de las joyas que pudieron contemplarse en la exposición de Madrid
Retrato de Don Carlos de Borbón y Austria-Este, pintado por José Soriano Fort, pintor de cámara del marqués de Cerralbo, y presentado por primera vez en la exposición del Museo de la Ciudad de Madrid de 2004. Propiedad del Museo Carlista de Madrid.
De menor envergadura, pero también muy meritoria, resultó la exposición “El Carlisme. LLums sobre un passat amagat” (Luces sobre un pasado escondido) que organizó la Fundació Caixa Tarragona en la capital tarraconense en el 2006, comisariada en este caso por el historiador catalán Josep Sánchez Cervelló.
Imagen de la exposición y portada del catálogo de la exposición de Tarragona en 2006
La exposición tuvo como base, casi exclusiva, la magnífica colección del radiólogo tarraconense Ramón Hernández, desgraciadamente ya fallecido hace algunos años.
Daguerrotipo de Doña Beatriz de Austria-Este, madre de Carlos VII y Alfonso Carlos I, una de las piezas de la colección de Ramón Hernández que se pudo contemplar en Tarragona
También en este caso un magnífico y cuidado catálogo ha mantenido vivo el recuerdo de la muestra, poniendo de manifiesto que la edición de estos catálogos es casi siempre tan importante o más -por más duradero- que la propia exposición (los editados por el Museo del Carlismo de Estella son el mejor exponente de lo que decimos).
Algunos de los magníficos catálogos de sus exposiciones temporales editados por el Museo del Carlismo de Estella
Una dimensión menor, pero también indudable interés, tuvo la exposición “Ayanz, una mirada íntima al Carlismo”, celebrada en Tafalla entre el 31 de agosto y el 14 de octubre de 2017, en el Palacio de los Mencos. La exposición, organizada por la Fundación Mencos presidida por D. Joaquín I. Mencos Doussinague, marqués de la Real Defensa, mostró preferentemente piezas procedentes de Fausto Elío y Elio Elío, padre e hijo, condes de Ayanz, estirpe familiar estrechamente vinculada a la causa legitimista desde la Primera Guerra Carlista, en la que los hermanos Fausto y Joaquín Elio participaron como coronel y general, respectivamente, del Ejército Real de Don Carlos.
Inauguración de la exposición en el Palacio de los Mencos de Tafalla
De carácter mucho más modesto, pero expresión de un interés local por el Carlismo que nunca ha desfallecido, fue la exposición que con motivo del 150 Aniversario del comienzo de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) se organizó en Vinaroz, localidad del Baix Maestrat castellonense, por parte del coronel D. Ricardo Pardo Camacho, durante tantos años impulsor de la historia militar castellonense a través del Aula Bermúdez de Castro.
Diario de operaciones del coronel Juan Bautista Cucala, una de las pocas piezas originales de la modesta exposición celebrada en Vinaroz para conmemorar el 150 Aniversario del comienzo de la Tercera Guerra Carlista
La muestra de Vinaroz recordó a la que también en el Baix Maestrat, en este caso en la localidad de Alcalá de Xivert, de fuerte raigambre carlista, se celebró en 2008, como parte de las jornadas sobre “El carlisme a les nostres terres”, en las que el autor de este trabajo tuvo el honor de intervenir con una conferencia sobre el general Cucala, natural de la localidad.
Bandera carlista del Ejército Real del Maestrazgo, mostrada durante la exposición en Alcalá de Xivert
También puede citarse, en una línea similar, la singular exposición sobre detentes -la mayor parte de origen carlista- que se celebró en Villafranca del Cid en octubre de 2012, otra de las poblaciones castellonenses, en este caso del Alto Maestrazgo, de fuerte raigambre carlista, donde tuvo lugar una batalla en la Tercera Guerra Carlista decisiva para la suerte del Ejército Real del Centro.
Vitrina con detentes mostrada en la exposición de Villafranca del Cid
Algunos otros de los detentes, de distintos materiales, formas y tamaños, que pudieron contemplarse en la exposición, procedentes de un coleccionista privado
Ese mismo 2022, se celebró en Aramaio (Álava), una exposición monográfica dedicada al famoso Cura Santa Cruz, meritoria por cuanto reunió una nutrida colección de recuerdos relacionados con el feroz guerrillero que tantos quebraderos de cabeza ocasionó tanto a los liberales como a sus propios compañeros de armas carlistas, y que acabó sus días entregado a los más pobres en las misiones jesuíticas de Colombia. Hay que recordar que fue en la villa de Aramayona, como se llamaba entonces, donde el famoso guerrillero carlista, que había sido apresado, se descolgó del balcón del Consistorio y estuvo once horas sumergido en un río para escapar.
Sala de la exposición dedicada al cura Santa Cruz en Aramaio
Algunos de los objetos relacionados con el cura Santa Cruz, exhibidos de forma un tanto casera
De fecha más reciente, hay que destacar la exposición temporal desarrollada en el Museo Cerralbo de Madrid entre el 26 de octubre del 2023 y el 25 de enero de 2024 bajo el título “Sebastián Taberna: el rostro de la guerra”. La muestra, de la que fue comisario nuestro querido amigo D. Pablo Larraz Andía, presentó parte -pequeña en términos porcentuales- de los fondos fotográficos de Sebastián Taberna, voluntario requeté que retrató con su cámara Leica el transcurso de la guerra en el frente de Somosierra.
Imagen central de la exposición sobre Sebastián Taberna y portada del cuidado catálogo que se editó sobre la misma
D. Pablo Larraz, comisario de la exposición del Museo Cerralbo, explicando algunas de las valiosas fotografías inéditas que componían la muestra
Y, ya solo hace unos pocos meses, podríamos mencionar la muestra en torno a la acción de San Pedro Abando celebrada en el Museo Naval de San Fernando, en Cádiz, hasta el 7 de abril de 2024, organizada por el Tercio Sur para conmemorar el 150 aniversario de la batalla de Somorrostro de la 3ª Guerra Carlista, en la que el Segundo Batallón del Primer Regimiento de Infantería de Marina -unidad antecesora del actual Tercio Sur- obtuvo la Laureada Colectiva de San Fernando, máxima distinción militar española. La pequeña exposición formó parte de un completo programa de actividades conmemorativas.
De todos estos eventos -y de los que puedan habérsenos pasado- podemos hoy tener noticia puntual por internet, esa ventana abierta al mundo que ha convertido hechos, personajes, episodios históricos, objetos, obras artísticas, noticias y hasta nuestras vidas privadas, a través de las redes sociales, en una exposición permanente y de acceso universal, en la que también el Carlismo está presente. La Inteligencia Artificial será pronto la nueva frontera, y lo que vendrá con ella es incluso difícil de prever para sus propios demiurgos.
El riesgo será pronto distinguir la realidad de la ficción creada, la verdad de “la nueva verdad”. Por eso los museos -y las exposiciones, que son como museos que se esfuman- donde los recuerdos históricos constituyen evidencias que nuestros sentidos pueden ver y palpar sin intermediación, juegan un papel insustituible, garantía de auténtica y verdadera memoria histórica.
Llegamos con esta última consideración sobre el mundo digital, al final de este repaso por los museos, exposiciones y muestras que han permitido conocer y divulgar ese extraordinario patrimonio histórico y cultural del Carlismo, al que nos referíamos al principio. Vivo y palpitante aún en el corazón de unos cuantos buenos españoles, escondido hoy en zonas donde antaño gozó de grandísima implantación, o desconocido para buena parte de las nuevas generaciones, el carlismo es inseparable de nuestro pasado reciente, y forma parte por ello de nuestra historia, ese itinerario colectivo que los pueblos civilizados saben conservar y procuran conocer, porque saben que la historia común, que se mantiene viva en museos, monumentos, rótulos y conmemoraciones, constituye como memoria colectiva el fundamento de cualquier comunidad verdaderamente humana.
[i] Véase Asociación de Amigos del Museo del Ejército de Madrid: “El expolio del Museo del Ejército”. Galland Books, 2015.
fajny tekst, dzięki. Dodałbym może Villa Borbone pod Viareggio, która w sumie też jest takim swoistym muzeum, związanym zwłaszcza z Margaritą. No i być może należałoby wspomnieć dom rodziny Baleztena w Leitza, również pewnego rodzaju muzeum, jeśli ładnie poprosić, to pan Z. załatwi wejście. Znalazłoby się też kilka innych miejsc, np. dom w nawaryjskim Muez, gdzie przez wiele lat pokazywano pokój z łóźkiem, na którym spał Karol VII przed bitwą pod Lacar. Swoją drogą, ciekawe co stało się z tym łóżkiem.