15 de febrero de 2021, festividad de San Sigfrido
SER CARLISTA
Vengo de leer las 42 primeras páginas del libro "Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios", de Mary Eberstadt. Un diagnóstico certero del actual derrumbamiento de la civilización Occidental. Al concluir la lectura me resulta inevitable pensar que carlista es el que es consciente de lo que hemos perdido y trata, inútilmente, de conservar lo que queda.
Como suele decir mi buen amigo Víctor Sierra-Sesumaga, somos los últimos representantes de un mundo que desaparecerá con nosotros.
Puro pesimismo. Sin embargo, algo falla: pesimismo y carlismo casan mal. Pesimismo y cristianismo, son incompatibles.
21 de octubre de 2020, festividad de Santa Laura, apóstol colombiana de las tribus indígenas
A 15 DIAS DE MI MUERTE
En el pasado mes de abril, centenares de féretros cubrían la pista de patinaje del Palacio de Hielo de Madrid. El número de muertos diarios por la pandemia escalaba imparable, y todos nos sentíamos angustiosamente amenazados. El virus nos colocó a todos, técnicamente, a 15 días de nuestra posible muerte: sano y tan normal hoy, sorprendido por algunos pequeños síntomas mañana, consultando con el médico después, ingresado sin haber contado con ello y…en dos semanas, como si estuviera siendo un sueño o una broma pesada, ¡quién lo iba a decir!, en un féretro. Fin de mi historia. Fin de mi vida personal. Fin de mis tareas, interrumpidas de golpe. Fin de mis planes, de mi vida familiar, de mis proyectos. Fin de mi posibilidad de rectificar, de hacer algunos arreglos, de preparar algo las cosas. Sin poder dejar nada organizado, sin poder dejar tomadas algunas disposiciones para los míos, sin poderme despedir de tanta gente de los que no debería haberme separado sin una última palabra, sin una última mirada, sin un último beso.
Hoy parece lejano, pero sabemos que volvemos a aquello, que inevitablemente todo parece repetirse, que sabemos que lo peor está aún por llegar. En un mes, en tres, volveré a estar, técnicamente, a quince días de mi muerte: lo que lleva de notarme algo de fiebre, un poco de tos que ayer no tenía, a ser contado, como un mero número, en la fría cifra de fallecimientos diarios de la pandemia.
Estoy, posiblemente, a 15 días de mi muerte. ¿Quién podrá negar que eso es una posibilidad? Quizás los más jóvenes estén exentos. No los mayores. Nadie que pase de los sesenta y tantos. Puede que incluso de algunos menos.
A 15 días de mi muerte... Sabes, lo mejor es no pensarlo. Prefiero mirar para otra parte, hacer que no me doy cuenta. Pensar que eso aplica a otros, que los que se mueren son los demás, que el virus no tiene por qué elegirme a mí. Sobre todo, porque yo no cuento con ello, porque somos muchos y yo, que vivo con toda normalidad, no he hecho nada para que justo me vaya a tocar a mí.
No estaría mal pasarse por las unidades de cuidados intensivos y preguntar a los en ellas ingresados: porque tú, en el fondo, contabas con ello… ¿o no?
¿Y si fuera que no? ¿Y si resultara que los que hoy luchan entre la vida y la muerte, hace quince días pensaban, como yo, que eso no les tocaría a ellos?
Dentro de 15 días, posiblemente, moriré. Por sorpresa. Sin haberlo previsto. Sin tiempo de preparación. Sin despedida. Sin más aviso que la consciencia de esta posibilidad: dentro de 15 días puedo estar muerto.
Miro a mi alrededor, echo la vista para atrás, trato de imaginar las consecuencias para el futuro de los míos, de los que me importan, de los pocos a los que mi ausencia dejará un vacío que tendrán que afrontar. Y me miro, sobre todo, a mi mismo, me miro para adentro, me miro de esa manera en la que no valen trampas ni paños calientes. Porque yo sé lo que hay, sólo yo sé lo que he sido, lo que he querido, lo que he hecho con mi vida.
Se abre delante de mi como un abismo vacío y oscuro que amenaza con tragarme. Como una negra ola de angustia que me fuerza a pedir socorro, implorar ayuda, sabiéndome incapaz de sobrevivir por mi mismo, de evitar ser devorado por la tiniebla. Temblando, inseguro, sin más asidero, busco a Dios y le grito: ¡Padre! ¡Sálvame! ¡No dejes perecer a tu hijo! ¡Tu eres Dios de Misericordia!
Sé que no puedo esgrimir nada, que no puedo invocar ningún mérito, que he tenido todas las oportunidades y todas desprecié, pero ahora no puedo, Señor, sé que no puedo echar marcha atrás; no te lo pido, Señor, ¡sólo te ruego que tengas piedad de mí!
Veo a mi alrededor, a mi esposa, a mis hijos, a mis hermanos…Los amigos y conocidos son otra cosa: irán al funeral, sentirán pena verdadera por mi marcha -¡era un buen tío!-, pero seguirán en sus quehaceres, y en unos días, un mero recuerdo. Mi esposa, mis hijos, mis hermanos, son en cambio distintos. A ellos mi muerte les habrá arrancado un trozo de vida y ya nada será igual. Aunque el tiempo amortigüe el sufrimiento.
No nos habremos podido despedir como hubiéramos querido. En realidad nunca, no importan las circunstancias, habría sido la despedida como hubiéramos querido. Nunca habría sido lo suficiente para decirles que ellos eran parte de mí, que yo no era nada sin ellos. Nunca suficiente para que supieran que yo ya solo quiero volver a reunirme con ellos y con los que me fueron también arrancados, que nada más vale nada, que sólo vale el amor, y ellos fueron para mi su encarnación.
¿Qué haré en estos 15 días? ¿Cómo puedo asegurar que, aprovechándolos, estaré mejor preparado? No es poco contar con ello. No es poco saberme una mota de polvo, expuesta a desaparecer en un soplo. Saberme contingente, dependiente y criatura y no señor ni amo. Contar con que la vida es, efectivamente, “como una nube que pasa”. Saberlo para no distraerme de lo esencial. Para poder mirar al Cielo, para soltar amarras, para tener solo un anhelo, solo un quebradero de cabeza, solo una aspiración.
Y así, sin otras preocupaciones, sin más dolores, sin ataduras ni cálculos, estar presto para el vuelo, listo para el viaje, confiado para ser recogido por la Misericordia de Dios, que me conoce, que no espera nada que yo le pueda dar, porque todo lo llena con su Amor.
¡Señor, me pongo en tus manos, toma mi vida y mi ser! Que no tenga que esperar para ello, Señor, ni siquiera esos 15 días.
17 de septiembre 2020, festividad de San Roberto Belarmino
CITA DE MENENDEZ PELAYO
"Un pueblo viejo no puede renunciar a su cultura sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia, muy próxima a la imbecilidad senil".
14 de septiembre 2020, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz
QUÉ ES EL LIBERALISMO
Este año se cumple el centenario del nacimiento de Rafael Gambra. Es el principal pensador tradicionalista de la segunda mitad del siglo XX. Me declaro su discípulo, y confieso con orgullo la influencia que ha ejercido sobre mi manera de pensar. Siempre dije que El silencio de Dios es uno de esos tres libros que me llevaría a una isla desierta. Y que no hay mejor manera de entender lo que fue el régimen tradicional de las Españas que leyendo su libro de La Monarquía social y representativa en el pensamiento tradicional. Junto con La Defensa de la Hispanidad, de Ramiro de Maeztu, contiene todo lo que todo buen español debería saber. Y probablemente no necesitaría saber mucho más.
En uno de sus artículos en El Pensamiento Navarro (30 abril 1978), Gambra explica la esencia del liberalismo: el liberal considera la naturaleza humana ilimitadamente transformable. No existe para él un orden natural (moral y de naturaleza) que son objetivos e inmutables como obra de Dios, creador y ordenador del mundo. Tales normas no existen, sino que la organización y la técnica del hombre pueden -y deben- modificar el orden de las cosas -al menos de las cosas humanas- de raíz, es decir, según el ideal revolucionario.
De derechas o de izquierdas, el liberalismo aspira a crear un hombre nuevo y una sociedad nueva a su medida, en la que Dios no tiene ningún papel. Considera la ley natural y la ley divina como rémoras al progreso. Aspira a tomar el lugar de Dios, para transformar el mundo y crear una sociedad libre, justa y feliz, en la que el hombre sea la medida de todas las cosas.
Lástima que dos siglos largos después de la Revolución Francesa, y cuando el liberalismo triunfante puede ya dar por concluida su demolición del régimen de la antigua Cristiandad, no veamos por ninguna parte esa sociedad justa y feliz, y todo lo que sean capaz de vislumbrar nuestros contemporáneos para nuestro horizonte colectivo es un futuro lleno de pavor y desastres variados.
19 de agosto de 2020, San Ezequiel Moreno, obispo de Pasto y campeón de la lucha contra el liberalismo
DESTITUCION DE CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO
Cayetana Álvarez de Toledo ha sido destituida por Pablo Casado y la cúpula del PP como portavoz de su partido en el Congreso. La mediocridad la ha laminado porque no admite que se la ponga en evidencia.
Era la voz más culta, lúcida y sin complejos del liberalismo. Y el único azote hoy por hoy en el parlamento capaz de dejar con sus vergüenzas al aire al pensamiento único, al progresismo y a la comparsa independentista. A su lado, los enanos quedaban como enanos y los prestidigitadores con la chistera y el conejo al descubierto.
Sus ideas están en las antípodas de las nuestras. Pero aún así sentimos su baja. La inteligencia puede ser cualquier cosa, menos un defecto.
22 de marzo de 2020, Cuarto domingo de Cuaresma
CORONAVIRUS
Ayer nueva comparecencia del presidente Sánchez sobre el estado de alerta causado por el coronavirus. Mismo mensaje que en las anteriores. Tono emocional, de empatía y apoyo sicológico a los que se ven desbordados por la crisis. Ningún dato que permita confiar que el gobierno controla la situación. Ninguna explicación de por qué España está entre los países más afectados del mundo. Ninguna concreción en cuanto a las medidas que se dicen haber tomado. Ninguna justificación de por qué la crisis ha pillado a nuestra Sanidad sin tests de detección del virus, sin respiradores, sin EPIs para personal sanitario, sin mascarillas para la población… O para ser más exactos, con números muy inferiores a los de otros países, y muy insuficientes para las necesidades.
La impresión que da es que el Gobierno no anticipó en modo alguno medidas para mitigar una posible expansión del virus, lo que ellos mismos llamaban la segunda -contención reforzada”- o la tercera fase -mitigación- de la epidemia. Y desde entonces, marchan siempre por detrás de los acontecimientos. Dejándose la piel y trabajando sin descanso, pero siempre por detrás de los acontecimientos.
La impresión general es que los efectos de la epidemia serán devastadores en nuestro país. Miles de muertos, decenas de miles de afectados, y muchos meses de epidemia por delante, probablemente hasta que esté disponible una vacuna.
La situación se ha comparado a la de una guerra. Y no faltan razones, porque ya se habla de medidas de economía de guerra y se ven imágenes de hospitales de campaña. Una guerra sin bombardeos, pero igual de destructora en vidas y haciendas que una guerra convencional. Una guerra que puede marcar el signo de una generación.
Sólo Dios sabe si con otros gestores de la crisis la misma hubiera podido tener unas dimensiones diferentes. Estamos pagando el sectarismo - manifestación del 8 de marzo -la incompetencia de unos gobernantes que carecen de toda experiencia en gestión, y los polvos de nuestro sistema democrático -Comunidades Autónomas, egoismos de los partidos, ausencia de sociedad civil, debilidad internacional etc- convertidos hoy en las arenas movedizas que nos engullen.
Cuesta confiar en unos políticos que han accedido a sus puestos sin más mérito que el medro en el partido y la ideología. Y cuesta, desgraciadamente, pensar que con los que podrían sucederles, es decir, con la oposición, las cosas serían diferentes. Porque el perfil de sus miembros más destacados es exactamente el mismo. Y a los que gobiernan en la Comunidad de Madrid me remito.
El problema no se llama Pedro Sánchez, aunque Pedro Sánchez sea parte del problema. Mi simpatía hacia sus desvelos y el empeño que está poniendo en resolver la crisis, solo comparable a su incompetencia para lograrlo.
Pero cuando todo esto pase, porque no hay mal que cien años dure, los españoles harían bien en preguntarse si son estos políticos los que queremos para que gobiernen nuestros destinos, y si es este régimen liberal partitocrático, que los fabrica y los hace prosperar, el que nos conviene.
25 de enero de 2020, fiesta de la conversión de San Pablo.
SER SANTOS
Sólo debemos tener una preocupación: ser santos. Para eso hemos sido creados. Todo lo demás son simples ocupaciones.
Si no alcanzamos el Cielo, nada de lo que hayamos hecho en nuestra vida, del tipo que sea, habría valido de nada. “Javier, Javier, de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma”, le repetía San Ignacio de Loyola a San Francisco Javier.
La santidad no consiste en hacer muchas cosas y hacer cosas cada vez más difíciles, sino en hacer lo que hacemos con amor.
Podemos esperar la felicidad de nuestro matrimonio, de nuestros hijos, de nuestro éxito profesional, del poder o del reconocimiento de los demás. Pero ni con todo ello tenemos bastante y siempre aspiramos a más. Nuestro corazón no se sacia, porque su ansia de felicidad es infinita, y solo Dios puede llenarla. Hemos sido creados para Dios. “Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta” (Santa Teresa de Jesús).
Dios ha sacado bien de nuestro pecado. Oh feliz culpa, que mereció tal redentor, proclama la Iglesia en la liturgia del Viernes Santo. Misteriosamente, sin nuestro pecado nunca sabríamos hasta dónde está dispuesto a llegar el amor que Dios nos tiene.
Un Dios “rico en misericordia”, que nunca se cansa de perdonarnos. Somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón. Pidamos al Señor que no nos cansemos, pidámoselo al menos tanto como le pidamos dejar de pecar.
Stat Crux dum volvitur orbis: el mundo gira, la Cruz permanece.
11 de enero, festividad de San Anastasio
LA CUESTION FUNDAMENTAL
Desde que el hombre es hombre, se ha preguntado sobre el sentido de su vida: ¿quién soy yo? ¿por qué estoy aquí? ¿cuál es mi destino? Sólo un loco osaría vivir sin plantearse estas cuestiones fundamentales. Sin encontrar para ellas una respuesta, del tipo que sea, podríamos decir que es imposible vivir una vida humana.
La mentalidad actual hace que muchas personas rechacen cualquier respuesta de Fe a estas cuestiones. Consideran a la Religión como un mito precientífico, cuyas respuestas trataban de cubrir lo que era simplemente ignorancia, y cuyo papel no tiene sentido una vez que la ciencia y la técnica son capaces de explicarnos cosas que antes no comprendíamos.
De esta manera, consideran que las creencias religiosas constituyen un lastre al progreso de la humanidad, que deben ser por tanto combatidas si queremos concentrar todas nuestras energías en construir un mundo mejor. Dios no existe, y además no es necesario.
Esta actitud, hoy tan extendida, siempre me ha suscitado dos reflexiones. La primera me inquieta mucho: de acuerdo, prescindimos de Dios como Causa última y Señor de nuestras vidas, pero… ¿Quién ocupa su lugar? ¿quién nos dirá, a partir de ahora, lo que está bien y lo que está mal? ¿Quién nos señalará lo que debemos y no debemos hacer? ¿Será el Estado, el gobierno o los políticos? ¿Será Google y las grandes multinacionales tecnológicas? ¿Serán los chinos o los americanos? ¿Quién se arrogará el derecho de aplaudirnos o condenarnos, de decirnos si debemos vivir o debemos morir? ¿Quién será el Supremo Juez, la última instancia que resolverá todas las injusticias? Reconozco que cuándo hago esta pregunta, no suelo obtener respuesta, y si la obtengo, no me suele resultar tranquilizadora.
La segunda reflexión me produce inquietud aún mayor: de acuerdo, convengamos que Dios no existe, que no hay más que lo que vemos y tocamos, que somos en definitiva materia y energía, que ni se crea ni se destruye, sino que sólo se transforma. Mi pregunta, entonces, es: ¿qué queda del ser humano? ¿qué queda del espíritu y todo lo que lleva parejo: el arte, el pensamiento, los sentimientos? ¿qué valor tienen y qué significan la Justicia, el Amor, los Ideales, el sacrificio, la bondad, el mérito? Si somos pura materia y energía, ¿por qué es superior la materia viva a la materia inerte?, ¿por qué no debo asesinar al que me hace daño o fastidia?, ¿por qué no debo quitarme la vida si se me torna ingrata? …
Hay quien da respuestas a todo ello que resultan fascinantes: el progreso de la medicina nos acabará haciendo inmortales; la ingeniería genética creará superhombres mejor adaptados; la conquista del universo nos abrirá a colonizar nuevos planetas; la tecnología nos intercomunicará en una sola raza humana en armonía; el gobierno universal nos hará justos y benéficos… lo que hará que nuestra vida valga lo que haya contribuido al progreso de esa humanidad emancipada y feliz. Pobre respuesta a la hora de dar sentido a nuestra existencia de personas concretas, y aún más insatisfactoria a los que la rueda de la fortuna no parece haber puesto en condiciones de sentirse grandes contribuyentes a ese progreso. Y respuesta que, sinceramente, creo que requiere mas fe, aunque sea en el Progreso, que la necesaria para creer en Dios.
Quitarse de en medio a Dios en nombre de una mentalidad científica parece fácil, pero en el fondo deja al hombre desvalido y carente de respuesta a todas las preguntas fundamentales que le importan. Admiro a quienes optan por esta vía y son capaces de sumergirse en un mundo de contradicciones, dudas, amenazas y angustias que debe resultar atroz. De hecho, debe serlo, porque muchos de los que han sido consecuentes con el paso dado han optado finalmente por quitarse de en medio.
El resto no va tan lejos, por falta de coherencia o por falta de valentía. Prefieren negar a Dios con la boca, pero en realidad vivir de la inercia que la Fe, antigua o ambiental, ha dejado en sus vidas. En el fondo no podrían sobrevivir ni un segundo si se les pidiera ser consecuentes con lo que dicen negar. No tienen religión porque eso obliga a ser consecuente y restringe el fácil “hacer lo que me brota”. Viven como ateos, pero no lo son, porque se les helaría la sangre si sólo por un segundo fueran conscientes de que su vida no tiene el menor sentido. Simplemente van dejando correr la vida y los días, hasta que de repente, algo, les haga sentir un terrible vacío.
Siempre me ha parecido la de Dios la cuestión fundamental. Por eso, llegados a un cierto punto en la discusión con los no creyentes, sólo existe una posibilidad: la conversión.
21 de diciembre de 2019, festividad de San Pedro Canisio, segundo evangelizador de Alemania
CONSTITUCIONALISTAS
Hace tiempo que no escribo un pensamiento en el blog. Lo atribuyo a un cierto estado de desolación. Vivimos los días de la gran traición a España de Pedro Sánchez y de la exaltación del “soberanismo”, que amenaza por llevarse por delante la unidad nacional. Separatismo catalán en principio, pero que no tardará en contagiar a otros territorios y en retrotraernos al cantonalismo de la Primera República. Sin sistema inmune, sin defensas, a España todo se le vuelven pulgas.
Resuenan las palabras de Menéndez Pelayo: nuestra Patria está construida sobre la unidad religiosa y de Fe: ”…no tenemos otra. El día que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los Arévacos y de los Vectones, o de los reyes de Taifas (Historia de los Heterodoxos Españoles, Tomo VII, págs. 511 y 516).
Y en ello estamos.
Hay quienes creen que España nace de la constitución del 78, y que en la misma es donde deben fundamentarse las llamadas a la unidad nacional.
Así nos va, y así nos luce el pelo.
5 de septiembre, festividad del beato Diego Llorca Llopis, sacerdote asesinado el 6 de septiembre de 1936 por milicianos del Frente Popular
EL SUICIDIO
Me cae bien el periodista Pedro García Cuartango, al que no conozco. Empieza por ser burgalés, y eso siempre es un punto. Todo el mundo sabe que yo soy un guipuzcoano de Poza de la Sal (Burgos) nacido en Madrid. Tenemos edades parecidas o, al menos, estamos en el mismo momento vital. Se ve que compartimos preocupación por algunas cuestiones fundamentales.
Cuartango escribe siempre con sinceridad y a pecho descubierto. Usa la estilográfica para abrirse en canal y mostrar impúdicamente sus interioridades ante sus lectores. Le preocupa haber llegado a una edad y darse cuenta de que la vida se le ha ido volando. Y se pregunta, angustiado sobre el sentido de su vida, como lanzando una llamada de auxilio a sus lectores. Una agitación incontenible le sube por las piernas y le sacude el cuerpo todo, corazón y mente. Necesita respuestas y las necesita con urgencia. La cosa no admite demoras, porque el tiempo se le acaba, y él lo sabe.
Es honrado eso de preguntarse por el sentido de la vida, de la vida propia quiero decir, no así en general como si no fuera con uno. ¿Para qué estamos en este mundo? ¿Cuál es el objetivo y la razón de ser de nuestra existencia?
La pregunta puede parecer baladí a algún desaprensivo, y desde luego parece superflua a todos los superficiales, cuya vida es tan epidérmica que pasan por el mundo como como una onda sonora, sin tocar tierra. Tampoco se plantean esta pregunta los jóvenes. Los años que suponen que tienen de vida por delante les parece ya la eternidad. Y en todo caso, ya se preguntarán por el sentido de la vida cuando se les esté acabando. O sea, cuando ya poco puede hacerse.
Pero, ¡ay de los que entran en los sesenta o algunos más! Ay de los que vuelven el cuello, en ese momento en que no sabemos por qué nos da por mirar para atrás, y no ven más que un tiempo que se ha desvanecido, como un soplo que se ha escapado diluyéndose en el éter. “La vida del hombre es como una nube que pasa”, dice la Biblia. ¡Cómo me ha gustado siempre esta expresión! Una simple nube que pasa…
Cuartango tuvo una educación religiosa. Incluso piadosa, con merodeos de sacristía y fervores juveniles. Pero de repente, perdió su fe entre lecturas y batallares mundanos. Se ve que la fe infantil se le había quedado pequeña. Y desde entonces vive en el desconsuelo buscando sucedáneo. Lee a los existencialistas que, como él, se preguntaron atormentados por el sentido de su existencia. Y no encuentra respuesta. ¡Cómo va a encontrarla en quienes en algunos casos se quitaron la vida, precisamente porque no la veían sentido!
Yo no puedo aliviarle el sufrimiento a Don Pedro, porque es privativo de cada uno el darse respuesta. Pero si puedo citarle a otro Pedro, a cuyas palabras yo me agarro con las dos manos, como el naufrago a su trozo de madera. Jesús había predicado con un nivel de exigencia que había escandalizado a su audiencia, que silenciosa y disimuladamente le iba abandonando. También los apóstoles parecían desconcertados. Mirándolos, Jesús les preguntó: ¿también vosotros queréis marcharos? Y Pedro, el impulsivo Pedro, el hombre que hablaba siempre con el corazón abierto, tomó la palabra en nombre de todos ellos y dijo algo así como: "A dónde, Señor, iremos si ti. Sólo tu tienes palabras de vida eterna".
Quien no se plantea el sentido de su vida es un inconsciente. Es la pregunta clave. Realmente la única pregunta que debería importarnos. Sólo cuando sabemos para qué estamos en este mundo podemos tratar de acertar. Lo contrario es una navegación a ciegas, sin esperanza de llegar a puerto alguno.
A Pedro Cuartango, con honestidad y coherencia, el tema le tortura. Por eso escribe hoy en el ABC un artículo sobre el suicidio. Es un tema tabú, pero él sabe que es una salida lógica cuando no se encuentra respuesta. Lo fue en la época filosófica, y pagana, de la antigüedad clásica; e inevitablemente volverá a serlo de ese mundo sin Dios que, suicidamente, estamos construyendo, engañados por el espejismo del falso progreso.
Como si la tecnología o las redes sociales nos fueran a proporcionar respuesta a la única pregunta. Esa que tortura a mi amigo, aunque no le conozca, el periodista Pedro García Cuartango.
4 de septiembre, festividad de San Moisés (al que se me hace raro oír llamar así)
VIOLENCIA PSICOLÓGICA MACHISTA
Se investiga un nuevo caso de posible violencia machista. Él se había suicidado arrojándose por el balcón y poco después se encontró el cadaver de ella en el dormitorio de ambos, sin signos aparentes de violencia. Se supone que pudo ser envenenada por su pareja antes de quitarse la vida.
La víctima no había presentado ningún tipo de denuncia por malos tratos. Una amiga de ella declaró, no obstante, que una vez le confesó que podía estar siendo víctima de violencia psicológica.
No siento la menor empatía por los varones que asesinan a sus parejas o las causan deliberado sufrimiento. Bien está que se entreguen a la policía, y mucho peor si además ponen pies en polvorosa.
Pero confieso que siempre me llaman la atención esos casos en los que el varón mata a hachazos, por poner un caso, a su pareja y sus dos hijos, y después se tira por la ventana.
Porque una de dos: o ese hombre estaba preso de un ataque de locura, en cuyo caso no hay tal violencia machista, sino el crimen de un loco al que le da un ataque violento, (como el de aquella médica de la Fundación Jiménez Diaz que se dedicó a matar a todo el que se la cruzaba por el pasillo); o realmente ese hombre ha tenido que tener un gran sufrimiento psicológico para matar a su pareja, quitar la vida a sus dos inocentes hijos -¿qué padre desea la muerte de un hijo?- y después tirarse por la ventana o pegarse un tiro en la sien.
Quede claro que el asesinato de una mujer me parece una atrocidad sin paliativos. Fíjense si seré aprensivo al respecto, que hasta me parece una atrocidad el asesinato de un feto no nacido o el de una persona en estado vegetativo.
Pero para mi que eso de la "violencia psicológica", no siempre está bien estudiado en esos casos.
SALUDOS Y DESPEDIDAS
Pacita, una señora mayor a quien mis padres alquilaban la casa en la que veraneábamos en Sada, se asomaba temprano a su ventana sobre la huerta con un alegre "Buenos días, nosdedios".
Eso me parecía a mi de niño, hasta que de mayor he comprendido que lo que la buena aldeana gallega nos decía era "Buenos días nos dé Dios", que probablemente era la fórmula completa, que ella seguía usando, de lo que por comodidad se redujo luego a ese simple "Buenos días" con el que nos saludamos.
Lo mismo ocurre con el común "Adiós", contracción un tanto radical del primitivo "A Dios te encomiendo" con el que se despedían los cristianos.
Algo parecido a ese "finde" que va camino de sustituir a "fin de semana" y que se oye los viernes en las oficinas: "buen finde". Bastarán unas pocas generaciones para que nadie recuerde de dónde viene el dichoso "finde".
Así las cosas y como aquí de lo que se trata es de recristianizarnos, propongo volver a los orígenes y al uso de las fórmulas completas en el modo de saludarnos y despedirnos: "Buenos días nos dé Dios", aunque la segunda mitad lo digamos por lo bajini o sólo con el corazón, y "A Dios te encomiendo", con el mismo recurso, o sustituido por un gracioso "Con Dios", que aún oigo en mi querida Málaga.
28 de agosto, festividad de San Agustín de Hipona y de San Junípero Serra
CARIDAD POLITICA
Admiro a Juan Manuel de Prada y a Miguel Ayuso. Me parecen las dos cabezas más lúcidas del pensamiento tradicionalista español actual. Nadie como ellos para diagnosticar y denunciar con tanta clarividencia los errores y los males del mundo moderno, y para señalar sus causas. De Prada y Ayuso son dos mentes poderosas enriquecidas además con una cultura apabullante y multidisciplinar. Poseen una capacidad dialéctica temible. Antes preferiría batirme en duelo intelectual con toda la izquierda postinera que con estos dos paladines del Tradicionalismo.
Sin embargo, confieso que la lectura de sus artículos o la escucha de sus intervenciones a menudo me deja un poso de una cierta incomodidad. No por el toque habitual de pesimismo, que comparto y me parece inevitable en el plano humano tal y como anda el patio. Sino por el uso de la verdad como un martillo para abrir cabezas, sin hacer siquiera recuento de bajas. Una verdad que se usa como un estilete para descubrir errores, como un cuchillo para sajar cualquier atisbo de incoherencia, de sofisma, de ignorancia, culpable o inocente, que tanto da. Diríamos que son como esos médicos a los que importa la enfermedad y su curación y no el enfermo, aunque este fallezca después muy mejorado.
Esta ha sido mi impresión al leer sus críticas al libro La opción benedictina, de Rod Dreher en la revista Verbo y en un reciente artículo periodístico. Lejos de encontrar algo laudable, se denuncian errores y equívocos a diestro y siniestro para considerar finalmente al libro nada benedictino de San Benito y si exponente "de la ilustración moderada del americanismo de Benedicto XVI".
Juan Manuel de Prada y Miguel Ayuso llevan a cabo un abnegado y sacrificado servicio a la comunidad defendiendo la ortodoxia frente al error. La lealtad insobornable a unas ideas les ha acarreado persecuciones y privado de los honores mundanos que por su capacidad intelectual hubieran podido disfrutar. Ambos lo consideran un imperativo de la Caridad Política y eso les honra.
Sin embargo, personalmente no entiendo la Caridad Política si no se ejerce desde y dentro de la simple Caridad. Ni comparto la mentalidad de escudriñar sistemática e implacablemente cualquier factor que pueda separar, en lugar de cualquier factor que pueda aproximar y del que podamos tirar para atraer.
El recurso de Benedicto XVI a eso que llamaba "fragmentos de verdad" (sin dejar de insistir en eso, en que son sólo "fragmentos") me parece una regla de oro para navegar hoy en la búsqueda de la Verdad y la práctica de la Caridad.
Aun si ello supusiera caer en la "ilustración moderada" del Pontífice emérito.
CARIDAD
El Peregrino Ruso es un libro sorprendente, poco conocido en nuestros lares, pero de gran influencia en la espiritualidad cristiana oriental. Buen libro de bitácora para no olvidar que, bien mirada, la vida no es más que un peregrinaje y que, conscientes o inconscientes, todos somos peregrinos.
También para recordar que al final del día, sólo el amor -la caridad- es por lo que seremos juzgados. Y que la prueba de la verdadera caridad está en cómo tratamos a "nuestros enemigos". O para decirlo más claro: cómo tratamos a los malos, a los que no nos gustan, a los que hacen cosas que nos parecen condenables, a los que impiden la realización de nuestros planes, a los sinvergüenzas, a los que quizás odian todo lo que amamos.
El Peregrino trae a colación la sentencia de Nizetas Stezatos recogida en la Filocalia: "El que ha llegado a la verdadera oración y al verdadero amor no ve la diferencia que hay entre un justo y un pecador. Ama a todos igualmente y no condena a ninguno, como Dios, que manda la lluvia sobre los justos y los injustos".
Me gusta eso de "no ve la diferencia". Que no la ve quiere decir que no se para a examinar esa cuestión, que no hace acepción dependiendo del resultado de esa consideración, que ese aspecto -que el otro sea "bueno o malo", "amigo o enemigo"- no le influye para nada en orden al amor.
El Peregrino encuentra en su caminar a muchos de estos "enemigos" y en cada página muestra como es posible condenar el pecado al tiempo que se acoge al pecador. Ayuda advertirlo, porque hoy cada vez tenemos a más enemigos a nuestro alrededor.
Pero no nos hagamos ilusiones. Para amar a todos igualmente primero hay que llegar a "la verdadera oración (unión con Dios) y el verdadero amor (identificación con Cristo)".
Lo de amar al que nos repatea no es condición natural del hombre.
La Caridad es una virtud teologal, fruto de la gracia en el alma, no resultado de nuestras determinaciones.
25 de agosto, festividad de San José de Calasanz
UNA CONSTITUCION CARLISTA DE UN SOLO ARTÍCULO
En las elecciones generales de noviembre de 1933, el periodista carlista Domingo Tejera de Quesada fue elegido diputado por la provincia de Sevilla como tradicionalista independiente. Durante la campaña electoral declaró en una entrevista a ABC: “Todo español ha explicado su programa nacional junto a la mesa del café. Yo no voy al café, pero tengo mi programa, una Constitución, que, redactada, cabría en un papelillo de fumar y pudiera expresarse así, y voy a dictársela:
Artículo único: España es una nación que quiere regirse por la ley de Dios. En su virtud todas las leyes positivas y disposiciones de la autoridad que no se ajusten a aquella ley eterna no prosperarán y quedarán asimismo derogados cualesquiera preceptos de leyes, decretos y órdenes que contradigan lo dispuesto en esta Constitución.»
9 de agosto de 2019. Festividad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
CARLISMO HOY
Apropiándonos de la expresión de Natalia Sanmartín, podemos decir que el Carlismo hoy es "la resistencia terca y muchas veces silenciosa, empeñada en conservar la vieja idea de que existe un modo correcto de mirar el mundo".
1 de agosto de 2019. Festividad de San Alfonso María de Ligorio
SOY D´ORSIANO ?
De Eugenio D´Ors sé lo que estudié en la Literatura del Bachillerato: que escribió Tres horas en el Museo del Prado, y poco más. Una vez visité el Museo con un grupo de médicos a última hora de la tarde, en visita privada. Entramos cada uno hablando de nuestras cosas. Habíamos contratado un guía del Museo, que nos hizo una selección de los cuadros que consideraba indispensables. Le dedicaba a cada uno las pocas explicaciones que lo apremiante del tiempo permitía. Fueron suficientes para que puesto el grupo delante del Cristo de Velázquez, a más de uno se nos saltaran las lágrimas. No sé si de unción religiosa o de sensibilidad estética, pero pasamos de la distracción al escalofrío sin solución de continuidad. Siempre he tenido ganas de leer el libro de D´Ors. Me pregunto si tendrá la misma capacidad que aquél guía para transmitir la emoción y el éxtasis que el Arte puede producir en el alma.
Por su hijo Alvaro D´Ors, el ilustre jurista, siento de siempre una gran admiración. Leí, probablemente siendo demasiado joven, su libro La violencia y el orden, unánimemente elogiado en los círculos de Speiro que yo frecuentaba. Confieso que no entendí mucho. Sin embargo mi admiración no se resintió y la mantengo hasta hoy en día. Es una admiración mediatizada: le admiraban personas a las que yo admiraba con toda mi alma (Juan Vallet de Goytisolo, Rafael Gambra…), y eso para mi era más que suficiente.
Pasados muchos años conocí a su hija Elisa. Otra D´Ors. Una especialista en Arte y Antigüedades de una educación y una delicadeza exquisitas. De haberla tratado más creo que hubiéramos descubierto muchas afinidades.
Pero el D´Ors del que me declaro admirador rendido es el sacerdote y escritor Pablo D´Ors, nieto también de Don Eugenio pero por otra rama. Le descubrí al leer su libro Sendino se muere. Una joya que todos los que van a morir -o sea, todos nosotros- deberíamos leer. En mi caso fue una lectura especial, porque tuve el privilegio de tratar en el Hospital de la Paz a ese alma escogida que fue la Dra. Sendino. El libro no me descubrió a África Sendino, pero sí a Pablo D´Ors, el sacerdote y escritor -¿en que orden debo poner estos títulos?- que la acompañó en sus últimos días hospitalizada como enferma de cáncer.
De Pablo D´Ors leí después El olvido de si, y pensé que era la mejor biografía espiritual que había leído nunca. El autor se había metido tanto en las entretelas de un hombre como Carlos de Foucault que resultaba difícil precisar dónde acababa uno y empezaba el otro. Desde entonces ha crecido mi fascinación por el desconcertante santo del desierto.
Luego leí la Biografía del Silencio, celebrado por muchos pero para mí no el sugestivo de sus libros; Contra la juventud, con algunas páginas en las que definitivamente prima el escritor sobre el sacerdote; El estupor y la maravilla, una apasionante novela en la que "no pasa nada" y que no puede soltarse de las manos, y otros libros suyos hasta llegar a ese Entusiasmo que acabo de leer ahora y que me parece otra colosal obra literaria. Algún día recogeré en estos Comentarios alguna cita que valga como botón de muestra.
En la cultura dominante, todo vaciedad y sin sentido, leo con asombro los ensayos de Juan Manuel de Prada y los libros de Pablo D´Ors. Son un oasis en medio de la aridez espiritual que vivimos. De la clarividencia de Juan Manuel de Prada no descubro nada. De Pablo D´Ors, sin embargo, oigo hablar menos de lo que en mi opinión merece. Sus libros siempre me inquietan, me rebelan contra lo que soy y me hacen pensar que me estoy perdiendo algo mejor que las pequeñas preocupaciones en las que anda uno enredado. Cumplen en mi, lo que él mismo, citando a Kafka, dice que debe proporcionar todo buen libro: un puñetazo en la cara.
Lástima que Pablo D´Ors, en la necesidad de elegir entre las exigencias de la literatura y las de su condición de sacerdote, opte conscientemente por la primera, aun a riesgo de que sus libros produzcan escándalo. Sus últimas obras no hubieran superado la antigua censura eclesiástica. Sin llegar a tanto, se echa en falta una prudente recomendación de su superior sobre la conveniencia de ahorrarse alguno de sus párrafos o páginas. Sin ellos sus obras habrían seguido siendo magníficas piezas de literatura.
31 de julio de 2019. Festividad de San Ignacio de Loyola
SOY IGNACIANO
San Ignacio es un santo que me ha marcado profundamente. Como decía Dalí, "soy jesuítico". Los Jesuitas me educaron, y a ellos debo los fundamentos de mi vida espiritual, por pobre que ella haya resultado ser. Se la debo a los grandes jesuitas a los que tuve la fortuna de conocer en mi infancia y juventud (los padres Cano, Fesser, Ceñal, Terry, Bidagor, de la Cueva...), y a los otros sacerdotes ignacianos con los que traté después, cuando los jesuitas dejaron de serlo: los padres Cura, de Prada, Sánchez, Hernando de Larramendi...
San Ignacio aportó a la Iglesia el bien extraordinario de sus Ejercicios Espirituales, y dentro de éstos el que llamó Principio y Fundamento: el hombre ha sido creado para amar y dar gloria a Dios, y con ello salvar su alma. O, dicho a la manera teresiana, sólo Dios basta. Que San Rafael Arnaiz resumió con aún más contundencia: Sólo Dios.
El Principio y Fundamento ignaciano responde, de una vez y para siempre, al problema número uno que tiene el hombre, que es encontrar el sentido de su vida. Victor Frankl escribió sobre ello El hombre un busca de sentido, un libro clave en la filosofía contemporánea. Hoy la cuestión se escamotea, y se pretende ensordecer a base de ruido y agitación que nos impide pararnos a pensar. Pretensión completamente inútil, porque si no sabemos qué sentido tiene nuestra vida, todo lo demás es perfectamente irrelevante.
Sólo por recordarnos el Principio y Fundamento ya habría motivos para festejar hoy a San Ignacio.
26 de julio 2019, Festividad de San Joaquín y Santa Ana
PREMISAS Y CONCLUSIONES
Fue Vázquez de Mella quien inmortalizó la expresión "poner tronos a las premisas y cadalsos a las conclusiones", para referirse a las inconsecuencias de los liberales conservadores. Aceptan unas premisas, pero se asustan cuando las mismas producen sus frutos lógicos. Pretenden acercar la bola a la pendiente, pero se escandalizan de que ésta ruede hasta llegar al final de la misma. Atacan a las propuestas progresistas, pero años después se encuentran habiendo hecho suyo lo que inicialmente atacaron. Los progresistas invocan con razón ante ellos que representan el progreso, porque abren los caminos que sus supuestos opositores, liberales conservadores, transitaran años después. Ello da la supremacía cultural a la izquierda, capaz de anticipar el futuro que sus rivales aún no son capaces de percibir.
Por eso el tradicionalismo no combate las consecuencias del liberalismo, sino las premisas ideológicas que las incuban.
16 de Julio de 2019. Festividad de la Virgen del Carmen
DÍAS MUNDIALES
Las Naciones Unidas promueven la celebración de los Días Mundiales: Día de la Mujer Trabajadora; Día contra el Cambio Climático; Día de la Lucha contra el Cáncer; Día del Agua; Día de los Derechos de los Animales; Día de las Poblaciones Indígenas... y así otros muchos, algunos que suenan a causas nobles y otros dedicados a auténticas majaderías. Los medios de comunicación -y hasta algunos eclesiásticos imbuidos de progresía- celebran con alborozo estos días, dedicando machaconamente sus informativos y programación -o sus homilías- a hacer el panegírico del tema en cuestión. La mayoría de ellos perfectamente diseñados para el adoctrinamiento colectivo en la nueva ideología global. Otros, simples pruebas del grado al que puede llegar la estupidez colectiva.
El caso es que gracias a esta iniciativa -global, laica y progre-, se ha ido sustituyendo deliberadamente la vivencia social de las festividades religiosas, el santo del día y la conexión de todo ello con las actividades humanas: por ejemplo hoy, festividad de la Virgen del Carmen, patrona de los hombres del mar; o Santa Cecilia, patrona de los músicos; o recoger las cerezas por San Juan y tantísimas otras ligazones que en el calendario de las naciones cristianas vinculaban el paso de los días y el quehacer humano con su transcendencia sobrenatural.
Como todo ello no es casual, ni ocurre sin intención, sino que forma parte de un propósito descarado de desacralizar el orden natural y la vida humana, he tomado una resolución: cada vez que escribo una fecha o fijo un día en el calendario, lo acompaño de la mención al santo o la festividad religiosa del día. Por ejemplo hoy, 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen. Esa es mi forma inseparable de referirme al 16 de julio.
Sugiero a todos los que estamos contra el lavado de cerebro colectivo hacer esto mismo. Es fácil y barato. Y tiene otra ventaja: nos permite ir recordando el santo de cada día -que para eso está Google-, y de paso felicitar su onomástica a los conocidos que celebran su santo. Lo que a menudo acogen con sorpresa, y normalmente con agrado porque alguien haya pensado en ellos como personas concretas, en vez de en las grandes causas mundiales. Y así también ellos se acuerdan de que tienen un santo, una advocación mariana o un protector en el Cielo. Que nunca se sabe cuál es el último rebote de la piedra lanzada.
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